Su delgado físico y su enérgico andar no responden a sus 56 años. Esposo. Padre de cinco hijos. Abuelo de siete. Vive en Las Toscas, Canelones, y viene a Montevideo seguido para dar charlas en las escuelas, hablar de sus libros y tocar con su grupo de música Ruperto rock and roll. Pero no fue siempre así. Creció en la capital, en Reducto. Luego a Chicago, en Estados Unidos. Parque del Plata en Uruguay. Buenos Aires en Argentina. Todos –en ese orden- fueron lugares de residencia de Berocay.
Hoy es escritor de literatura infantil, compositor y cantante. Antes: tuvo “como 40 trabajos diferentes”. “Lo que se te ocurra lo hice. Desde limpiar baños hasta trabajar en fábricas, oficinas y vender libros puerta a puerta. Trabajé en un barco pesquero y en una transportadora de caudales. En un taller de chapa y pintura como soldador. Hice de todo un poco” concluye luego de un largo sorbo de café. Sin embargo, su trabajo como periodista es del que tiene mejores recuerdos. Fue corresponsal de la agencia de noticias Reuters, cronista policial de "El Diario", además de escribir para diferentes revistas uruguayas.
“Componer y hacer literatura son las dos cosas que me gustan más. Lo de escribir para prensa, si bien me gustaba mucho, era como un trabajo. En el buen sentido. Siempre digo que como trabajo fue el que me gustó más. Porque no considero que componer, hacer música o escribir un libro sea un trabajo”.
“DE CUALQUIER SITUACIÓN PUEDE SURGIR UNA IDEA”
Berocay que no da vueltas. Su mirada se pierde en la ventana que da a la calle Uruguay cuando recuerda su pasado. Pero mira firme a los ojos cuando habla de su forma de pensar.
Considera que la palabra “inspiración” está sobrevalorada y que la mayoría de la gente “cree que es una cosa mágica que trae un hada o algo por el estilo”. Para Roy, la inspiración es tener una idea y desarrollarla. Sin misterios. “Cualquier cosa te puede dar una idea: ves a un mozo en un boliche -mira a quien nos sirvió el café- y podés pensar que el tipo es un espía y que está observando a la gente para llegar a hacer no sé qué cosa”, su propia sonrisa termina la frase. Asegura que de cualquier situación puede surgir una idea.
Le gusta mucho leer. Casi siempre tiene un libro en la mesa de luz. El tiempo que le “sobra” luego de haber terminado un libro y antes de comenzar otro, lo pasa leyendo novelas policiales. “Me gusta la ficción, me gusta leer. Me distrae… está bueno”. El autor japonés Haruki Murakami -que “descubrió” hace unos años gracias a un compañero de trabajo- es quien lo mantiene entretenido por las noches antes de acostarse. “Es mi escritor favorito. Hace poco se publicó su último libro que tiene como 800 páginas, pero falta la segunda parte que está por salir. Así que voy a tener que esperar”, confiesa con entusiasmo.
De pequeño leía libros “muy grandes”. “No sé si realmente entendía todo, pero me gustaban”. Seguro al deletrear el nombre escritor norteamericano Mark Twain y los títulos y personajes que más le encantaron de chiquito: “Las aventuras de Tom Sawyer” y el personaje Huckleberry Finn. “Me fascinaba porque era muy libre, no tenía padres, vivía por ahí, andaba en una balsa, iba a pescar.”
“SIEMPRE ME LLEVÉ BIEN CON LOS NIÑOS”
En sus comienzos como escritor, Berocay jamás pensó que iba a terminar siendo un referente en literatura infantil en Uruguay. Originalmente, cuando pensó en escribir tuvo la intención de hacerlo para adultos. Luego de publicar su primer libro Pescasueños (1986), le surgió la posibilidad de hacer otro libro para niños. “De pronto me empecé a atrapar porque sentí, y no es un tema que tenga que ver con el éxito porque eso comenzó años después, que era necesario. Ya había miles de personas escribiendo para adultos y en ese momento acá no había nada para niños”. El efecto que provocó en él su primera charla en una escuela lo terminó de convencer de que estaba siguiendo el camino correcto.
“Por alguna razón siempre me llevé bien con los niños”, dice como sin encontrar el porqué. “La semana pasada en una escuela del barrio Bella Unión estaba parado previo a dar una charla. De pronto viene una gurisa y me abraza bien fuerte y se me queda abrazadita. Una gurisa chiquitita, ¿viste?”.
Parte del éxito de su literatura infantil se da porque no distingue entre escribir para adultos y escribir para niños. Para él, la calidad y el rigor tienen que ser los mismos. Escribir para niños no consta en “garabatear un cuentito”. Mantener el interés de un niño en un libro es mucho más difícil que mantener el interés de un adulto: “A un niño, si no te lo ganás en las primeras cuatro o cinco páginas, lo perdés para siempre. El adulto te da como 40 páginas de crédito”.
“Otro concepto que tengo y por el cual discrepo con muchos colegas es que existe una idea general de que todo lo que se hace para niños tiene que ser didáctico”. Explica que cuando alguien va a escribir una novela o graba un disco para adultos no piensa en si va a enseñar algo. Lo hace para expresar cosas y transmitir emociones. “Si uno no hace exactamente lo mismo con los niños, los está subestimando. Cuando se hace arte para niños, tiene que ser arte para niños. Si aprendió algo de paso está todo bien, pero no que sea una cosa deliberada”. Para Berocay enseñar no es su trabajo.
Asimismo, reconoce que el tema puede ser diferente, aunque depende del libro. “Con los libros del Sapo Ruperto lo que procuro es que sean divertidos, que tengan mucho humor, aventuras y que generen interés por el lado de las situaciones locas y cómicas”. En las novelas adolescentes como Pequeña ala, La Niebla y Eterna azul, Berocay se permite ir un poco más lejos. Trata situaciones cotidianas con mayor profundidad.
RECONOCIMIENTO, PREFERIDOS Y MÚSICA
Una encuesta elaborada por Universia, sobre los escritores uruguayos más leídos por universitarios, ubicó cuarto a Roy Berocay entre escritores que los estudiantes le recomendarían a un extranjero para que entienda nuestro país. Además, cinco de sus obras se posicionaron entre los 100 libros preferidos.
“Lo de que se me recomiende para conocer cómo son los uruguayos me genera mucha alegría. Quiere decir que mis libros reflejan mucho el tema de la identidad que es algo que me interesa. Tener cinco libros entre los 100 también me parece una cosa bárbara. Me llama la atención que los universitarios se acuerden todavía de esos libros porque son libros que leían de chicos. Supongo que algún tipo de influencia tuve en ellos”.
Luego de haber terminado el café y haberle dado los primeros buches al vaso de agua que lo acompañaba, Roy Berocay confiesa tener un cariño especial por los libros del Sapo Ruperto, personaje que lo ha marcado como escritor. De todas maneras, estos libros no son los que más le gustan. “Apocalypso surgió en 2008 y es una novela corta para adultos que salió con un disco de un grupo musical que yo integraba: La Conjura. Es un trabajo conjunto para una obra conceptual en la cual la novela más el disco componen una historia. Creo que es lo mejor que he hecho tanto a nivel literario como a nivel musical”. Irónicamente es una de sus obras menos reconocidas, lo que supone “una especie de ironía del destino”.
A lo largo de su carrera ha ganado importantes premios. Por Ruperto Detective recibió el premio editorial TAE y el premio Ministerio de Educación y Cultura, ambos en 1989. Además, ganó en cinco oportunidades el premio Bartolomé Hidalgo y el Municipal en 1992. Estas condecoraciones lo tienen sin cuidado. Afirma que los premios en Uruguay reconocen el buen trabajo del artista, pero que son rotativos. “Cada cinco años más o menos me toca uno. Cuando se termina toda la ronda de escritores, ya le dieron a este, a aquel, ahí dicen: “che, ¿y Roy Berocay?” Y ahí te toca de vuelta. El último que me dieron fue a la trayectoria, así que por un buen tiempo no lo voy a volver a tener”.
A los 16 años conformó su primer grupo musical, Silos (Solís al revés), junto con amigos. Tiempo después se sumó al El Conde de Saint Germain (como cantante y vocalista), una reconocida banda de rock y blues que tuvo su auge entre 1990 y 1994. En el ya desaparecido pub Paralelo 27 realizó un exitoso ciclo de un año y medio de duración con hasta dos o tres presentaciones semanales. A fines del 96 nació La Conjura, en la cual tocó tres años con uno de sus hijos (Demián).
Hoy en día Roy ensaya con los viejos integrantes del Conde de Saint Germain, para volver a tocar este año. Además, su banda para niños Ruperto rock and roll –compuesta por él y dos de sus hijos- le ocupa gran parte de su tiempo entre ensayos, funciones y giras por todo el país.
Haber integrado grupos musicales con sus hijos en más de una oportunidad no es algo común, pero Roy, fiel a su estilo, lo cuenta como natural. Para que funcione, afirma que todos los integrantes de la banda son tratados como tal. Él no actúa en ningún momento como el padre de los otros músicos. Todos están en igualdad de condiciones. En La Conjura, cuando viajábamos al interior y demás, todos tenían voz y voto. Me ha pasado de presentar un tema, que no le guste a los demás y no lo hacemos. Si vos vas a tratar de imponerte como padre dentro del grupo, no funciona”.
Se hace cargo de la cuenta y de la propina. Se dirige a la puerta de la Casa del Whisky, se detiene un segundo y se aleja caminando bajo la lluvia. Sin paraguas pero con la guitarra al hombro. Ahora, de regreso a su casa en Las Toscas. En unos meses se presentará con su banda en Buenos Aires y Rosario. A la vuelta: gira por todo el Uruguay. Seguramente camino a Las Toscas alguna idea ingeniosa aparezca en su mente. Si la plasma en un libro o en una canción, el tiempo dirá.
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